Lágrimas por un forajido

Una cosa era tener deseos de enfrentarse a un tipo de la talla luchadora del rural Hiram Kendall, y otra muy distinta era esperarlo y ser cazado por él, o por dos de sus compañeros. Una cosa era ese resquemor hacia la fama de otro hombre, y otra cosa era querer comprobarla cuando el fallo no sólo significaba la vida, sino, peor aún si conservaba ésta, la pérdida de la libertad. Una cosa era hablar, y otra cosa era hacer. Si algún día se encontraba con el ranger Kendall, Allen Killer McElroy no se achicaría. Pero tampoco pensaba buscarlo, ni deseaba ser encontrado. De este modo, el forajido perdió dos días, cruzándose y recruzándose sobre su propia pista, pasando y repasando sobre los pequeños arroyos que desembocaban en el Midler River y en el Concho. Después de eso, pasó por la casi populosa Big Lake, donde perdió otro día. A partir de allí, cabalgó hacia el Sur, ya sin ningún temor a ser encontrado, sobre todo después de su estancia en Big Lake.